miércoles, 21 de enero de 2009

Barata imaginación.


Vomitaba cada una cuadra. Creí que era sangre, pero cuando miraba al suelo no había nada.
Los pasillos de esa calle tan clásica, pintoresca, tan típica, se me hacían tan monótonas.
Pero era parte de mi vida. Sabía que la vida en sí era rodar en un círculo eterno.
Miraba a la gente pasar, mientras me sentaba en las afueras de un café, sirviéndome mi favorito: "Un imaginario descafeinado". Era absurdo, porque me gusta la cafeína.


A ratos llovía y me mareaba, y cuando salió el sol...yo seguía mareado.
Fumaba un papel sin prenderlo, haciendo alusión a aquel vicio que jamás había tenido.
Le daba las migajas tangibles, las pocas que tenía, a las palomas. Ellas merecen mucho mas que yo.
Además, yo puedo vivir de imaginería, aunque sea incrédulo.

Así, llegué a casa, me quité la ropa, me duché y me senté en mi escritorio afirmando con ambas manos lo que quedaba de mi cabeza.
Tengo crisis de pánico de despertar mañana, y no tener que imaginar.

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