miércoles, 21 de enero de 2009

Anoche


Anoche, me maté.
El suicidio era lo mejor del momento.
Tenía tantas cosas que decidir, tanto que hacer...pero me daba pereza.
Si, soy egoista, y no pensé en los demás.
Es paradógico. Por culpa de los demás, estoy engullendo estas pastillas ahora.

Son mas difíciles de tragar de lo que parece.
Al principio creí ser valiente. Cuando las manos y la cara comenzaron a sudarme, sentí un leve miedo fortuito.
Estaba probablemente arrepentido, pero ¿Que mas da?
Solo cerré los ojos, esperando sentir alguna leve sensación de como mi alma se extinguía a paso semi-veloz.
Pero nada, no ocurría nada.

Me senté, no, me arrojé al suelo de la húmeda cocina a llorar. Tomé un cuchillo y sabía que eso dolería,
peor aún, no se lo podría contar a nadie. Pobre del que hiciera lo mismo.
Me juzgue en ese momento, y por cada fallo, juzgaba mi brazo, juzgaba la sangre derramada y el dolor ahogado.
Ya no temí morir, mas bien temí seguir vivo con ese sufrimiento latente.

Me arrepentí a tiempo.
Casi pude cesar el fluir de mi vida, los brazos me palpitaban.
Había olvidado las pastillas. Ya hacían efecto, pero no bastaba.
Era morir o arrepentirme. Estaba lejos de ser conciente de la distancia entre una y otra.
Caí al suelo, y conmigo cayó el vaso de dudoso licor que me bebí.

El corazón me apretaba, me dolía, las lágrimas se descontrolaban.
Solo cuando vi aquel rostro, que tendía fuerte mi mano, susurré "No quiero...morir..."

Debí pensarlo antes.
Anoche, me maté.

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